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Marco Antonio, el pequeño héroe de Mique Beltrán


 En los años ochenta, el cómic español vivió una etapa de renovación creativa marcada por la aparición de autores que apostaban por un estilo colorista, irónico y con toques de actualidad. Entre ellos destacó Mique Beltrán, quien en 1982 presentó en la revista Cairo a su personaje Cleopatra, una protagonista carismática y sofisticada, mezcla de heroína de aventuras y figura cotidiana. Dos años más tarde, el universo de Cleopatra se amplió con la llegada de su hijo pequeño: Marco Antonio, un niño inquieto y divertido que pronto se ganó la simpatía de los lectores.


Pero Marco Antonio no era un niño cualquiera. Dotado de capacidades telequinéticas, el pequeño protagonista podía mover objetos con la mente, lo que daba pie a situaciones cómicas y disparatadas.

Su mezcla de ingenuidad, propia de su corta edad, y poderes extraordinarios lo convirtió en un personaje singular dentro del cómic español.

Beltrán comenzaría en 1990 la publicación de las aventuras del pequeño Marco Antonio en El Pequeño País, suplemento infantil del diario El País. Allí, durante la década de los noventa, Marco Antonio se consolidó como una de las series más populares entre el público infantil, combinando humor y aventuras domésticas con un toque fantástico.


El salto a la gran pantalla llegaría en el año 2000, cuando sus personajes fueron adaptados al cine en el largometraje de animación “Marco Antonio, Rescate en Hong Kong”. La película, mezcla de acción, humor y guiños a la estética del cómic original, siendo nominada a los Premios Goya 2001 en la categoría de mejor película de animación.


En 2008, Marco Antonio regresó en formato televisivo con una serie de animación emitida en Clan TVE y Canal Nou, acercando de nuevo al público infantil las aventuras de este niño con poderes mentales.


Más de cuatro décadas después de su nacimiento, Marco Antonio sigue siendo un referente del cómic español. Con su inconfundible diseño, su inconfundible carácter y su toque sobrenatural, representa la mirada inocente y traviesa de aquel niño que aun cree que con un poco de imaginación (y algo de telequinesis), todo es posible.

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